lunes, 30 de enero de 2012

Abrí el cajón, y ésto es lo primero que encontré.....

La gente lo aclamaba. En la calle, lo único que me dicen es "volvé!!!" (capaz es "devolvé", pero si hablan mal no es mi culpa). Hace rato que no subo nada y se que ustedes, mis fanáticos incondicionales, estaban con síndrome de abstinencia. Con estas palabras carentes de sentido y la promesa que no van a tener que esperar tanto para la próxima actualización (y viene con sorpresa esa!!), los dejo con un cuento que tiene sus buenos meses ya. Aviso... ¡¡CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA COINCIDENCIA!!

Ahí se ven... ¡¡Shazbut, nanu nanu!!

NAVIDADES
La velada siempre es igual. José llega a las seis de la tarde del 24, se baña, se afeita, se “pone lindo” para que su vieja no se ponga densa. A las ocho, llegan los Garzzino. Los once que son. Cinco minutos después, Damián, dice una oración que condiciona la noche: “hay que ver quién se disfraza de Papá Noel este año, ¡ehhhhh!”. José una vez se puso el disfraz, a pedido de su hermana menor, y se prometió a si mismo nunca volver a hacerlo. Todavía recuerda bien esa noche.
Su padre no estaba. Dos semanas antes se había separado de su madre, y sentía que tenía que estar ahí para apoyar a su hermana. Además no soportaba la idea de dejar a Damián solo para hablar mal de su padre sin que nadie lo defendiese. Fue por eso que decidió ser un buen anfitrión. Preparó tragos, se rió de los chistes xenófobos de Elida, la madre de Damián. Y, cuando todos lo miraron cuando el traje de Papá Noel salió de la bolsa, tragó saliva y dio un paso al frente. Pocas veces José comió tan poco ni bebió tanto como en esa mesa navideña. Su madre había querido hacer el vitel-thoné que hacía siempre su padre, pero no había tenido éxito; pero el vino que había comprado era una delicia. A las once de la noche Damián empezó con la cuenta regresiva, “ya falta menos para las doce, ¡ehhhhh!¡¡¡¡¡¡Son las once ya!!!!!!”. Mientras, José pensaba en lo estúpido que le parecía ese hombre, seguía bebiendo, y cada vez que escuchaba un “¡ehhhhh!” la cabeza le daba más y más vueltas. Finalmente alguien dijo “ya debe estar por llegar, ¡son menos diez!”. José se empezó a levantar y escuchó un “¡ehhhhhhhhh!¡se viene Papá Noel!¡ehhhhhhh!”. En ese momento algo subió por su garganta y bajó enseguida. Llegó dando tumbos al cuarto del piso de arriba y se empezó a disfrazar. Se puso el pantalón, las botas, luego la camisa y el gorro. Cuando se puso la barba supo que todo iba a salir mal, pues la barba no tenía el color blanco que debía tener, sino una tonalidad amarillenta. Y tenía olor a mondongo hirviéndose. Escuchaba a la gente gritando afuera, “diez, nueve”, José amenazó con sacarse la barba, pero podía ver la cara de decepción de su madre, “ocho, siete”, el olor a mondongo se hace más intenso y José siente una arcada, trata de contener la respiración “sólo son 30 segundos más”, “seis, cinco, cuatro”, siente otra arcada y el vómito subiendo por su garganta, entonces abrió violentamente la puerta del balcón, “tres, dos”, miró para abajo, “uno…¡ehhhhhhhh! Feliz Navi…”. José no había podido reprimirse más, y lanzó todo lo que tenía sobre Damián. Jura que no apuntó, pero nadie le cree.
Los Garzzino siguieron yendo todas las navidades, pero ya nadie miró a José cuando el disfraz de Papá Noel salía de la bolsa. Con una barba nueva, por supuesto.