Había tristeza, todos los que estábamos ahí sentíamos el mismo dolor. Así era el viejo de mi amigo. Nosotros lo vamos a recordar siempre como el que tenía las puertas de su casa abiertas a cualquier hora, porque prefería que nos mamáramos en su living antes que en la calle; al que siempre tenía un mate listo en su carpintería para el que pasara por ahí; el que siempre tenía el chiste sin gracia. Y por eso es que, dentro de la tristeza y el dolor, había un poco de felicidad.
No hay mejor forma de ser recordado que con una sonrisa, y no hubo nadie que, tras una anécdota con el viejo, sellara la historia riendo; y no me puedo imaginar algo que lo hiciera más feliz.
Shazbut, los pibes del Atenágoras también te van a extrañar. Nanu nanu.
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