viernes, 31 de diciembre de 2010

Brasil, fuck yeah

Termina el año, y hace un millón y medio de años que no publico nada.

So, estoy en Porto Alegre, con Tor y su flia. Una semana para calentar motores para el gran tour anglosajón que viene en mayo.

Vine preparado para decir (obviamente las voy a escribir foneticamente): bom día, dois cerveicas, dois caipirinhas y obrigado.

No hay mucho que contar hasta ahora. Llegué a la mañana, y me llevaron a comer a un restaurante en el centro Santander (Santander Río por todos, TODOS, lados). Muy rico, cerveza aguada (no se la marca, pero no era Brahama). Mañana, un poco más descansado, vamos a ir a recorrer un poco la ciudad.

Nos estamos viendo, shazbut, nanu nanu!!

Ah... FELIZ AÑO NUEVO, MOTHER FUCKERS!!

jueves, 11 de noviembre de 2010

Me confieso pecador

Soberbia. Envidia. Codicia. Ira. Pereza. Gula. Lujuria. De chico me hicieron tenerle miedo a esas palabras, porque cada una de ellas era un pasaporte de ida al Averno. Sin escalas, en un vuelo de infinitas horas, en el asiento que está al lado de la turbina, con un obeso que come frijoles refritos, y no tiene pruritos en gasearse, sentado al lado tuyo. Básicamente así me pintaban el camino al infierno mis educadores en el Benito Nazar.


Con el tiempo crecí (por lo menos de estatura), y la idea de un tipito todopoderoso, sentado arriba de una nube, mirando las porquerías que pasan bajo él sin impedir o remedar nada, me empezó a sonar a patrañas, engaños para tratar de que los 300 alumnos(*) no se descontrolaran todos juntos. Es un proceso largo, que todavía sigue. Ocho años de lavado de cerebro calan profundo. Sabiéndome (creyéndome) pecador, la culpa me carcomía. Bueh.. "carcomer" es medio exagerado. También lo es decir "si no vas a misa, vas a ir al Infierno, donde no van a estar ni tu mamá ni tu papá ni tu hermanita" (me lo dijo un cura con olor a que no se lavaba los dientes desde hacía mucho, a los 10 años... hoy le diría "bueno, el Infierno no es un mal lugar para estar entonces", pero el muy sucio se murió antes).


Pero ya pasaron muchos años de eso; y los pecados capitales se ven cada día más divertidos. Particularmente los últimos tres que nombré.


¿Qué cosa más linda que dormir una siesta robada un sábado a la tarde? ¿Y dormir los domingos hasta bien pasado el mediodía? Tirarse a leer en el verano a la sombra de un pino, pasear por horas sin rumbo fijo... ¿qué me dicen de sentarse en una mesa, con un tremendo cordero a la menta en el medio? Un asado bien jugoso, exudando  jugos por cada uno de sus poros, con una ensalada de papa y huevo... o, más simple todavía, un plato de langostinos con una caipirinha helada... todo esto sólo es superado por el último y más divertido de todos los pecados. Imaginen el cuadro del asado, pero con una mujer... imaginen cada orgasmo que tuvieron en sus vidas. Imaginen que van a pasar una eternidad en el infierno por cada uno de ellos. Soy un pecador. Me gusta enojarme, me gusta dormir, me gusta comer y me gusta dar y recibir placer.


En todo caso, es más sano que bajarle la caña a un pendejo.


Shazbut, nanu nanu.


(*)Suponer que en ese colegio eramos 300 alumnos es una locura. Entre jardín, primaria y secundaria, debían arañar el doble de ese número, pero digamos que se me hizo particularmente poético imaginarme como parte del ejército de Leónidas, luchando contra los curas, que si bien no tenían la superioridad numérica que tenían los persas en Termópilas, tenían a Dios de su lado. A los diez años, pensar que alguien tiene semejante aliado es un poco... abrumador.

lunes, 4 de octubre de 2010

Palabras absolutamente insuficientes

Ayer el viejo de uno de mis mejores amigos se murió. No fue repentino, fue innecesaria, angustiosa y doloresamente largo. Años (muchos) de diálisis le fueron desgastando el cuerpo, y el último año fue un constante entrar y salir del hospital. Semana de por medio mi amigo me decía "lo internamos a papá", "lo tuvieron que operar", "le cuesta respirar, así que lo intubaron". No estoy exagerando, fue durante un año así como les pongo. Sin embargo, su despedida fue corta. El sábado hizo pizzas, el domingo se empezó a sentir mal, el lunes a la mañana se fue (con esa tranquilidad que lo caracterizó toda su vida) y a la noche lo estaban velando.

Había tristeza, todos los que estábamos ahí sentíamos el mismo dolor. Así era el viejo de mi amigo. Nosotros lo vamos a recordar siempre como el que tenía las puertas de su casa abiertas a cualquier hora, porque prefería que nos mamáramos en su living antes que en la calle; al que siempre tenía un mate listo en su carpintería para el que pasara por ahí; el que siempre tenía el chiste sin gracia. Y por eso es que, dentro de la tristeza y el dolor, había un poco de felicidad.

No hay mejor forma de ser recordado que con una sonrisa, y no hubo nadie que, tras una anécdota con el viejo, sellara la historia riendo; y no me puedo imaginar algo que lo hiciera más feliz.

Shazbut, los pibes del Atenágoras también te van a extrañar. Nanu nanu.

martes, 28 de septiembre de 2010

Teorema de la medialuna y el café con leche

Desde que el hombre el hombre, la mujer, mujer, y los niños, sanguijuelas de tiempo y dinero, hay una pregunta que fue motor de sociedades. Todos los días, debemos enfrentarnos por lo menos una vez ante la terrorífica pregunta: “¿termino primero el café con leche o como el último pedazo de medialuna?”. Puede parecer trivial, pero no lo es para nada. En el año diecisiete mil antes de Nuestro Señor Jesucristo, Saúl Abramoski le dijo a Ahmed Al-Nasseem que debía terminar su infusión antes que el bocadillo, lo que inició el conflicto palestino-israelí. La mañana del 28 de junio de 1914, el Archiduque Francisco Fernando le pidió a su mozo, Gavrilo Princip, una factura más luego de terminado su café. El serbio, indignado ante el pedido, lo fulminó de un balazo, lo que produjo la 1ª Guerra Mundial.


Pasión de multitudes

Hay veces en que la respuesta es más fácil que cierta coordinadora de cierto sector de cierta empresa, y (paradójicamente) por las mismas razones. Café, aguado; medialuna desabrida, cierto tufo a pesacado... Pero hay veces que es más jodida que la demostración matemática de la teoría de la relatividad. El café, por la interacción de humedad y correcta acidez, está perfecto, y la medialuna está recién salida del horno… así que empezamos. Trago de café, poquito de medialuna… trago de café, mordida, trago, mordida… hasta que oh, dios-mahoma-yehova-krishna-o-el-puto-dios-en-el-que-creas… sólo queda un trago y una mordida.















Ejemplo de coordinadora facilonga

Creo que no se hace más de dos veces seguidas en una situación como esa. Un par de veces comés lo que queda de medialuna, otro par de veces tomás primero el café, porque ese día el almibar que le pusieron a la factura estaba de puta madre, y hay veces que sos salomónico y hacés un recontrabuche con todo, porque total en la panza se mezcla todo.

Y lo más loco es que nada de esto pasa, por ejemplo, cuando comés milanesa con puré, arrolladitos con salsa agridulce o frutillas con crema… Sólo esa maravillosa combinación que aprendimos a querer desde que nuestros padres paraban cuarenta y cinco minutos cada vez que íbamos a Mar del Plata.

Atalaya, lugar de primeros cafés con leches, medias lunas y dudas existnciales
Sea como sea, hay días en los que el café está más rico, hay días en los que la factura le gana, y hay unos maravillosos días donde lo más rico es la mezcla de los dos.


Pasen un lindo día, ¡shazbut, nanu nanu!

miércoles, 22 de septiembre de 2010

+15 a Hombría!

A la hora de comer, prendí la tele y para mi sorpresa se veía verde. En realidad no era verde, era como ver un gif psicodélico, como este:

hendrix.gif image by ratkeeper
Jimi, viejo peludo.

No tan violento, pero básicamente así. No se si en las televisiones de tubo el color se forma por adición o sustracción, pero estaban como separados.

La cuestión es que estaba recontra caliente. ¿WTF? de un momento a otro... ni siquiera se habían empezado a ver raros las esquinas. ¿La iba a tener que llevar al técnico? Eran las once de la noche, no podía pensar en eso.

Entonces, hice lo que cualquiera hubiese hecho y le di tres golpes. No, no fue de macaco... alguien alguna vez me comentó del "golpe técnico" y eso es lo que quise hacer. No funcionó.

Frustrado, seguí viendo mi programa. Pero seguía pensando en los putos colores; principalmente, porque los muy hijos de puta estaban cambiando así como si nada adelante mio.

Perdido por perdido, agarré mi atornillador automático. Tomé la punta correspondiente (torx, lo que le dio valor a mi compra de la valija con las 180 puntas), y abrí a la tele.

Valija Skil, I Love U

¿Alguien cree en la vida de los objetos inanimados? Yo si, y creo que mi tele estaba viendo si tenía los huevos para abrila. Y como le demostré quién es el jefe, dijo "OKOK, vuelvo a funcionar como debo". Sin tocar ningún cable, los colores volvieron a mezclarse (o sustraerse) como debían.

Soy muy grosso. Se vemo, ¡shazbut, nanu nanu!

viernes, 27 de agosto de 2010

Actualización rápida

Hace mucho que no subo nada y quería dar una señal de vida.

A pedido del público, estoy preparando el capítulo final de la historia de zombies. Les advierto, viene garronazo porque estoy bastante cruzado. Personajes van a aparecer y personajes van a morir. Y viene de gore la cosa. Pueden esperar descripciones tolkianas de tripas siendo devoradas y demás asquerosidades.

Sandra Russo me dijo una vez (bueno, no sólo a mi, a todo el fucking taller al que enseñaba) "un escritor absorbe todo lo que ve y le pasa, lo pasa por su filtro, y lo vuelca al papel". Lo que no nos avisó es que también se ve afectado por lo que escribe. Nadie te dice que esto es peligroso para la psiquis. ¿A que viene este párrafo? Como le dice John Malkovich a George Clooney en la publicidad de Nespresso: "make an educated guess".

Polisemia aparte, no tengo más nada que quiera decir.

Cya, ¡Shazbut, nanu nanu!

miércoles, 28 de julio de 2010

Comer solo [sólo para ellos]

La gente me pide a gritos la continuación de mi historia de zombies. “Dale hijo de puta!!” me gritan por la calle; “por qué le dicen `Rocha´ a la trola?” me preguntan los pibes. Absolutamente alagado por los insultos, les respondo “pronto, mis pequeños, pronto tendrán las respuestas”. Pero ahora quiero escribir sobre algo que me acaba de pasar. Fresco como el pescado del puerto.

Hace más de tres años que vivo solo, y poco menos de dos años que estoy más o menos soltero. En todo este tiempo, fui a comer afuera muchas veces. Un amigo me dice que es un gasto al pedo, y yo le contesto que no sabe nada de nada. Cuando uno come afuera, se olvida de cocinar y de lavar los platos. PRICELESS para el soltero que vive solo. Soy bastante nómade con mis lugares para comer. Hoy estaba en un restaurante mexicano, y en la mesa de enfrente había una parejita. Se notaba que eran los primeros meses de pareja, estaban sentados uno al lado del otro, él le pidió a la moza que por favor le sacara la cebolla a los tacos… ¡un amor! Me los habría llevado para poner en la mesa de luz, si no estuviese llena de vasos sucios.

Cuestión, mientras los veía… lo veía al pibe, y me veía a mi mismo hace un tiempo. A esa altura, media cerveza había desaparecido de la botella, por lo que ponerme a pensar en boludeces no se me hizo complicado. Para hacerlo un poco más ordenado, voy a hacer una lista, pero no tiene ningún orden.


  • Está bueno comer solo, porque podés comer comida con cebolla.
  • Está bueno, porque gastás menos (menos todavía si tenés la tarjeta de La Nación).
  • Está bueno porque no compartís el plato (muchachos, hablemos a calzón quitado… a todos nos da bronca que te saquen la comida del plato. Si quería papas fritas, se las hubiese pedido… odio que se pidan un timbal de arroz blanco y me saquen las papas).
  • Está bueno porque podés comer con la mano. El otro día me comí unas costillas de cerdo con las manos, y me alegré no tener que escuchar ningún “ni se te ocurra ponerme un dedo encima… estás todo grasoso”.
  • No está bueno porque no hay postre. Ying y yang gente… no compartís papas, no hay sundae ni manzana acaramelada.
  • Está bueno porque el vino es sólo para vos. No es mi caso, el vino fue siempre sólo para mí, capaz tenía que sacrificar media copa, pero nunca más que eso.
  • No está bueno porque no hay “postre”. Te tomaste todo el vino, pero te vas derechito a dormir.
  • Está bueno porque le podés dejar la propina que quieras a la moza, sin riesgo de que te digan “gordo, sos un tacaño” o “claro, le dejás todo eso porque tenía buenas tetas”. No, le dejé 15 porque, además de ser un poco más del 10%, te tuvo que bancar tus preguntas sobre si la salsa tiene mucho o poco ajo.
  • Está bueno porque podés volver caminando si querés. Aunque el restaurante esté a 20 cuadras.
Mientras la parejita compartía sus tacos, yo me comí mi burrito, me terminé mi cerveza, pagué lo que debía y volví a mi casa. Mientras caminaba, sólo podía pensar en una cosa. Los vasos sucios en la mesa de luz…

Espero que les guste. ¡Shazbut, nanu nanu!

martes, 13 de julio de 2010

Una [retro] de zombies

Espero que les guste. ¡Shazbut, nanu nanu!

Estábamos el Tití, el Manu, la Rocha y yo. La esquina de Scalabrini y Paraguay estaba tan tranquila como puede estar un jueves a la una de la mañana, las cervezas salían del quiosco como suelen hacerlo estas noches de verano, y los diálogos no eran distintos de los que teníamos siempre. Sin embargo, esa noche había algo raro en el aire. Capaz era la inusitada cantidad de sirenas que sonaban.

Rocha le apoyaba las tetas en el hombro a Manu y le decía que trajera otra Quilmes en un tono mucho más que infantil, y Titi no paraba de hablar del Diablo 2. Estaba contándome algo de un desierto, pero la verdad es que yo estaba más atento en el flirteo sin sentido, mejor dicho, la alevosa calentada de pija de la que era víctima Manu. Rocha era amiga desde 6º grado, pero desde hacía un año me había empezado a caer mal. A los otros dos los conocí dos años después, cuando empezamos el secundario. Tití se sentó al lado mío, y lo primero que dijo fue “la maestra tiene como mil años… pero que tetas enormes”, Rocha se dio vuelta indignada (en esa época era mucho más recatada) y yo lo miré con ojos de plato, y por primera vez vi su cara llena de granos. Creo que tenía uno por cada pensamiento libidinoso, y tenía muchos por día. Manuel se sentó adelante, en la otra punta del aula. Venía de colegio privado (la familia se había mudado hacía poco a un par de cuadras de mi casa, y por alguna razón lo anotaron ahí) y levantaba la mano cada vez que los profesores preguntaban algo. No era el perfil de amigo que tenía, pero me lo crucé un par de veces jugando al metegol. Tenía la maravillosa virtud de ser zurdo, por lo que usar al arquero no se le dificultaba para nada. Antes de haber empezado el mes de clases se cambió de lugar, al lado de Rocha, y el resto es historia.

Decidí que Manu ya había pagado suficientes cervezas, así que lo acompañé, dejando a Rocha lidiar con las momias que atacaban a la hechicera que usaba Tití en el juego (por alguna extraña razón él era inmune a su extorsión sexual). Pero en el trayecto pasó algo. De la nada, alguien se tiró sobre Manu. Tuve un momento de duda; con nuestros compañeros era normal que nos molestáramos así, pero en esta persona había algo raro. Más allá de su palidez y la mirada desencajada que tenía, lo que más me llamó la atención fue el ruido que hacía. No, el ruido no… la falta de ruido. Sus movimientos no emitían sonido, ese cuerpo que atacaba a mi amigo no emitía señal acústica alguna, salvo un gruñido gutural. Manu no tuvo ese momento de duda, e instintivamente lo golpeó con el envase; a partir de ese momento todo cobró el matiz surrealista que tiene la realidad ahora. Muchas veces nos habíamos peleado en la calle, y en más de una pelea alguna botella golpeó una cabeza. Pero nunca había pasado lo que pasó ahí. El golpe de Manuel dio de lleno en la cara del tipo, y su cabeza voló. No en sentido figurado. Se le desprendió del cuerpo y fue a dar a la mitad de Paraguay. Tití y Rocha vinieron corriendo, pero los alcanzamos a medio camino y los obligamos a ir para el otro lado. Ninguno entendió lo que había pasado, pero los dos estábamos seguros de que no queríamos estar cerca de un cuerpo decapitado.

Encaramos para mi casa, que estaba a dos cuadras, sobre Malabia, y mis viejos habían salido. Mientras estábamos cruzando Scalabrini, vimos que desde el lado de Santa Fe venía un grupo de gente con la misma mirada, la misma palidez y la misma ausencia sonora y el mismo gruñido, en distintos tonos. No sabíamos lo que pasaba, pero lo íbamos a averiguar en breve. En mi casa había internet.


lunes, 12 de julio de 2010

Un nuevo blog, dos viejos textos

A un año de lo que me gusta llamar el Evento Chocuquinna, decidí empezar esto de nuevo. No es que tenga nada que ver con esa vez que fui a Persicco, pero se dio así. Es algo que vengo madurando de a poco.

Podría ponerme a contar lo que viene pasando desde ese domingo. Ese cuarto de helado en ese banco frío del Parque Rivadavia, esa caminata por Rivadavia, y todo lo que vino después.

Pero no tengo más ganas de mirar atrás, por más que lo extrañe.

No voy a colgar más cosas viejas, sólo los dos que ya están. Espero poder escribir algo extenso de vez en cuando, pero por lo general van a ser boludeces cortitas.

Espero que les guste. ¡Shazbut, nanu nanu!

Angus+Malcolm+Brian+Phil+Cliff

El que avisa, no traiciona. Así reza he dicho, y los muchachos ayer nos avisaron con sus primeros tres temas “este recital va a ser de puta madre”. Pasó un tren de rock que hizo que el estadio de River pareciera un Infierno en el cual no era un mal lugar para estar, AC/DC estaba de vuelta.

Como muchos de los estaban ayer, esperé 13 años para volver a ver a esta banda. Fue el 19 de octubre de 1996, y mi viejo me llevó a la platea. Dos cosas pasaron esa noche, los cinco veteranos me volaron la peluca y decidí que la siguiente vez que viera a AC/DC, iba a ir al campo. Visto desde arriba, el movimiento de las personas parecía un mar, pero desde el llano es… es humanidad. ¿Te tenés que atar los cordones o se te salió la zapatilla? No hay drama, siempre hay un par de personas que te van a ayudar para que no te caigas. ¿Estás con tu hijo a caballito y se armó una ronda en la cual se va a desatar un pogo que esperó más de una década para chocar? Loco, no hay drama, después de tanto tiempo, podemos bancar que llegues a un lugar más seguro para el borrego. Big Jack, Dirty Deeds… la lista de temas es casi anecdótica, ¿o quieren que les diga “en un momento bajó una campana negra, y mientras Brian la hacía sonar Angus tiró el primer acorde de Hell´s Bells?... nah… si la quieren exacta, búsquenla en Internet. Lo que realmente importa, es que más de sesenta mil personas cantamos, saltamos y disfrutamos como unos condenados. Algunos temas más que otros, yo particularmente no paré un segundo de las dos horas, pero porque soy un desquiciado. En un momento me escuché a mi mismo gritando “salten forros, ¿cada cuánto ven a AC/DC?”.

Y los temas pasaron, y aunque me quedé sin voz de algún lado salía algún sonido gutural que trataba de cantar “pan y vino, pan y vino, pan y vino, pan y vino… el que no grita eicidici para qué carajo vino” y el clásico “olé olé olé, olé olé olé olá, oooooohhh… eicidici… es un sentimiento… no puedo parar”. ¿Qué son cantitos de cancha? Esto es rock amigos… no me jodan con eso.

Eventualmente llegó For those about to rock, el tema de cierre desde hace quién sabe cuánto tiempo. Supongo que saber que es el tema final nos dio fuerzas para saltar 5 minutos más, o no se, la cuestión es que fue como que el recital empezara de nuevo. El tema dice “somos los proveedores, les daremos todo lo que necesiten”. En esa fraternidad que es el campo, un tipo me mira y me dice "no se puede pedir más". Necesitábamos rock, y nos fue dado.

Cronicas Rojas

Hay gente que está marcada por el nombre

No es que uno se levante un día y diga “hoy voy a empezar a escribir”. Muchos desearíamos que así fuera, que le inserten la facilidad de volcar lo que piensa al papel, tal y como Neo aprendía Kung Fu en The Matrix. Pero no, es un largo proceso el que uno vive hasta que empieza tímidamente a esbozar sus primeras líneas: “MI MAMA ME MIMA”. Es probable, y no sé si preferible, que incluso se haya aprendido a leer antes de escribir. No recuerdo cuáles fueron mis primeras lecturas, le pregunté a mi viejo, y tampoco se acuerda. Si recuerda que me leía “El Hobbit”, y cuando me lo dijo me vino a la mente una imagen de él, acostado en una hamaca paraguaya una noche en la quinta que alquilaban en Los Cardales. Lindo recuerdo, creo que estaba mi prima al lado. La cuestión es que uno empieza a escribir cosas como MI MAMA ME MIMA, MI MAMA ME AMA, MI MAMA AMASA LA MASA, y tibiamente se acerca al mundo de las letras, con esas cursivas enormes que nos enseñaban nuestras maestras, bien redondas y grandes. Después va creciendo y el material de lectura se va ampliando. En mi caso particular, tengo que agradecer a los comics, que me abrieron las puertas a este maravilloso mundo. Me recuerdo pidiéndole A 15.000 (léase australes, quince mil) a alguno de mis padres, mientras hacía la cola en La Vaca Atada (una carnicería y verdulería que estaba en Córdoba y Julián Álvarez, ahora es un local de Tabatha) en septiembre de 1991 para comprarme el primer número de Superman, editado por Perfil. También recuerdo mi primer Ásterix, “El Regalo del César”. Trato de acordarme de cosas anteriores, pero nada viene a la mente, sólo “La Isla del Tesoro” de Robert Louis Stevenson, pero en mi infancia básicamente leí comics. Primero Superman, después Batman & los Outsiders, después todo lo que cayera a mis manos. Un día papá apareció con 4 números de Crisis en Tierras Infinitas, una maxi serie de DC que constaba de 12 números. Tardé 7 años en poder completarla. La gente que me conoce, probablemente no se sorprenda con esto, pero cuando compré el último número (que fue paradójicamente el nº 12) me di cuenta de ese hecho me había marcado de por vida.

Otra cosa que uno hace antes de escribir, e incluso leer, es ver. Uno mira todo lo que lo rodea de niño, y para nuestros padres, tutores o encargados, era inevitable dejarnos frente a la niñera ciclópea. Así es como empezamos a ver tele y películas. Tampoco me acuerdo lo primero que vi en tele. Pudo haber sido “El inspector ardilla”, “Súper Ratón” o esas primitivas animaciones que ahora pasan en Retro de Superman. Mi primer película tampoco la recuerdo, pudo haber sido “Trapito” o “Ico, el caballito valiente”. Es triste pero cierto. Me encantaría poder decir “si, el primer libro que leí fue `La Divina Comedia´”, o “mi contacto con el séptimo arte fue una tarde de lluvia viendo `Belle de jour´”. Pero soy un hombre común; y, personalmente, si alguien me dice algo como eso, no le creo, o pienso que empezó a leer y ver cine a los 23 años; y creería que a esa persona le falta algo importante en su formación como persona. Si tu primera película fue esa, te perdiste de algo en la vida, y ese “algo” es uno de esos que no se pueden recuperar. Si empezaste a leer con ese libro también.

Ustedes se pueden estar preguntando, “¿tendrá algún punto este tipo, o simplemente se puso a escribir lo que se le ocurría?”. Y si no se lo están preguntando es porque o no le prestaron atención a nada de lo que puse, o se dieron cuenta que ya expuse mi idea.

Uno no se sienta un día y empieza a escribir, ese largo proceso que empieza cuando la señorita nos enseña a dibujar MI MAMA ME MIMA, continúa cuando entendemos que hay detrás de esos dibujos (perdonen este arranque de semiología), y continúa a través de toda la vida. Y, mientras, hacemos más dibujos de letras, imitando los de los libros y manuales. Hasta que un día, no vemos los dibujos sino lo que significan. Ese momento de epifanía, por ser parte de un largo proceso, no es tenido en cuenta ni lo recordamos. No es algo que nos marque porque no le podemos poner una fecha. Capaz no le podemos poner una fecha porque el proceso es perenne. Hasta que uno hace su primer escrito y permitan que acá me ponga serio: Por encargo o por motu propio, alguna vez escribimos algo que sale de nuestra cabeza. Y ahí es donde se ven los pingos. Como potencia en Guerra Fría, uno va sacando todo su arsenal frente a la hoja en blanco, todo lo que lo influenció en la vida se ve volcado en el papel. Mi primer escrito lo tiene mi mamá (supongo que todavía lo tiene), es un cuentito que me hicieron hacer en quinto grado. Muchos no saben que a los 10 años mi vida cambió mucho, nació mi hermana y al poco tiempo murió mi abuelo, y mi reacción a todo ese cambio fue portarme mal en el colegio. O sea, siempre fui camorrista, pero esa época fue terrible, y puedo asegurar que no era el favorito de nadie. El cuento era sobre un nene que persigue una estrella fugaz (si mi vieja sigue teniendo el cuento, me gustaría leerlo); y, después de corregirlo, la señorita Cristina dijo que le había gustado tanto, que quería que lo leyera frente a toda la clase (imaginen mi sorpresa, uno de los chicos mas quilomberos, a quien la psicopedagoga llamaba una o dos veces por semana, felicitado por algo que escribió). Como era mi costumbre en esos días, mentí. Le dije que lo tenía mi mamá en el trabajo, porque estaba tan orgullosa de mi 10 con carita feliz, que se lo mostraba a todo el mundo (que mi vieja estaba orgullosa y que se lo mostraba a todo el mundo era cierto, la mentira era que no tuviese el cuento ahí conmigo, cuando me llamó a leerlo lo tenía en la carpeta). Esquivé el bulto como un campeón y nunca nadie más leyó ese cuento (posta que me dieron ganas de leerlo). Después de eso vino un artículo para la revista del colegio, escrito a cuatro manos con mi mejor amigo. Donde dice “escrito” tendría que decir “plagiado”, porque hicimos un resumen de una nota sobre orcas que había salido en “Conozca Más”. Eso me contraría, incluso ahora. No me animé a contar mi cuento frente a mis compañeros, pero si a publicar una nota (para mí, a esa edad, ver mi nombre en una revista era igual que aparecer en tele).

En definitiva, tenemos dos días importantes en la vida de alguien que quiere escribir, ese día que no tiene fecha, que es cuando empezamos a comprender lo que escribimos, y el día que realmente escribimos algo. Y en ese momento uno se encuentra en una encrucijada: o no escribe más; o es literal y mejora lo que ya escribió y se estanca; o decide que su próximo escrito va a ser mejor. Yo decidí lo tercero, pero tardé mucho en volver a escribir. Claro, como todos, escribí algunas cartas de amor (eran el único medio por el cual me comunicar con las chicas que me gustaban, sabrán comprender esto de un chico que fue a un colegio sólo de varones), también escribí una poesía, y más de una canción. Decidí que para “escribir-escribir”, me hacía falta más preparación. Y empecé a leer más, pero nunca dejé de leer lo que leía antes. Porque ese es un error, a mi parecer. Cuando escribo, todo me influye: Goscinny, Moore, Tolkien, Asimov, Herbert, Spilberg, Lucas, Scott, Bertolucci, Marx, Che, Chomsky, Tarantino, García Márquez, Platón, Miller, Oesterheld, Bayer, Homero, Fontanarrosa… y no incluyo en esta mezcolanza a la música, que para ahorrar espacio digo “todo menos cualquier clase de cumbia”. Y ese es mi punto.

Uno no se despierta una mañana y dice “voy a empezar a escribir”. Uno llega de trabajar un día, después de ver, leer y escuchar un montón de cosas durante un muchos años, y se da cuenta que no existe el momento ideal para nada, porque lo ideal es una construcción con la que nos ponemos trabas a nosotros mismos; y abre los ojos y dice “Hoy terminan 16 años de ponerme barreras; hoy 15 de enero de 2009, tuve mi segunda epifanía”. Alguien que conozco, respeto y admiro mucho (y que seguramente nunca va a leer esto) dijo en su casamiento “10 años es un buen comienzo”, y me voy a permitir parafrasearlo: “1510 palabras es un buen comienzo”. Después de eso dijo “tenemos ganas de tirar la casa por la ventana”, y convidó a todos sus invitados el mejor asado que comí en mi vida.