jueves, 23 de mayo de 2013

Ürop Tour - Últimas fechas, "Praga, el viaje que no fue"

La pifiamos. Tendríamos que habernos fijado antes, y como no lo hicimos nos pasó lo peor que te puede pasar cuando tenés muchas ganas de ir a un lugar: llegamos y nos fuimos a las 2 horas.
Así arrancamos el día.
La única foto que logré en la República Checa. Guardala, que va a valer mishones.
Nuestra rutina al llegar a las ciudades era averiguar la forma de irnos, cosa de no encontrarnos con un "nop, imposible irse hoy, váyanse mañana"; rutina que, hasta antes de ayer, fue infalible. Capaz fue porque todos los países a los que fuimos eran de la UE, capaz porque tuvimos mucha suerte. En definitiva, en Praga no fue así. Las opciones eran irnos ese mismo día, a las dos horas de haber llegado, o el día anterior a que salga el vuelo de regreso, llegando a Roma con sólo dos horas para ir al aeropuerto y hacer check in + migraciones. En la ecuación estaba jugando el hecho de que habíamos dormido poco porque el micro de Berlín a Praga salía a las 7.30am. Sopesamos la posibilidad de tomar un avión, pero se nos iban los pasajes al doble, y no estábamos seguros si la aerolínea por la que íbamos a viajar nos iba a cobrar sobre-equipaje. Finalmente decidimos no arriesgar el vuelo y subirnos al próximo micro a Roma. Fuimos a una ventanilla a pedir el pasaje y casi nos venden uno para Rumania (al parecer, en checo, Roma se dice Roma y Rumania se dice Rome... y nos dimos cuenta sólo porque la mujer que nos quiso vender los pasajes nos empezó a hablar en la lengua extraña que hablan por ahí (vos, wachín cinéfilo que viste 3 películas de Kusturica, entendés lo que estoy diciendo). Fuimos a la siguiente ventanilla y lo que era Roma, en realidad era Florencia... Puta madre, no enganchábamos una. Compramos, bajo la esperanza de que, una vez en terreno italiano, iba a ser más fácil encontrar micro o tren a Roma. Compramos, nos subimos, empezó el viaje, con 5 paradas, que iba a durar 24 horas (lo más que estuve en un micro, por cierto). Primera parada, algún pueblo en la República Checa. Por alguna razón en los países del este europeo odian a las vocales. No pudimos ni tomar un café. Sin entender dónde mierda estábamos, seguimos viaje. En algún momento los carteles dejaron de estar en eslavo y empezaron a ser alemanes de nuevo. ¿Estábamos volviendo a Berlín? No sonaba tan mal. Paramos en otra estación, y ahí vimos que era Viena, Austria. ¿Qué carajo? 

Mapete.
El micro paró lo suficiente para que subieran dos tipos y siguió viaje. A las dos horas, en medio de la autopista, una patrulla lo hace parar. Dos canas suben, nos piden los pasaportes y se los llevan ¿QUÉ CARAJO? Al final no pasó nada. Los canas ponían cara de malos porque los austríacos son los primos malos de los alemanes. Seguimos la ruta. La verdad es que no pasó mucho, y si pasó no me enteré porque dormí todo lo que pude. Las otras paradas fueron: Venecia, Bologna, Florencia. Me parec que en Venecia un poco me desperté y creo haber visto algo. No estoy seguro. Capaz lo soñé.
Calate el viajecito
Todo eso en 30 horas, más o menos.
La cuestión es que todavía nos quedaba el temita de ir de Florencia a Roma. Micros ya no salían (dato de interés para vos, amigo que busca ahorrar en pasajes, es que los micros son bastante más baratos que los trenes y no son tremendamente malos). Por suerte la estación de trenes estaba al lado, y conseguimos lugar en el siguiente tren, que salía a los 10 minutos. Era la nuestra.
Frecciarossa, te amo.
De muchísima mejor calidad que todos los micros que nos habíamos tomado (vos que decís que me estoy contradiciendo, ahí tenés la diferencia de precio: el micro es barato pero no esperes más que un asiento y un baño; en cambio los trenes estos tienen enchufes y wifi... bueno, el wifi lo tenés que pagar, pero entendés la movida), el tren este resultó ser uno de alta velocidad. Clavó 250km, y llegamos a la hora y media. El resto fue lo de siempre. Llegamos al hostel, les explicamos por qué llegamos tres días antes de lo esperado y conseguimos cuartos sin ningún problema. Ahora estamos haciendo básicamente nada, haciendo las últimas compras y esperando que llegue el 25 para volver.

Ahora, para todos los que se están agarrando la cabeza diciendo "uh, estuvo en Praga y no pudo tomar nada", les comento que me hice espacio para sólo una, que la eligió mi fanatismo por Tolkien: Radegast. Y en Austria, después de que la cana me devolvió el pasaporte, llegué a tomarme una Schlossgold (que para mi sorpresa era sin alcohol). DAB fue la primera que tomé en Roma, pero por lo general estoy tomando Nastro Azurro (por ahora, la favorita acá).

Sin más, los dejo hasta la próxima. Shazbut, ¡nanu nanu!

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