Los preparativos para la excursión no fueron demasiados, no hizo falta más que ir a la recepción y decir "hola, quiero ir a La Calzada del Gigante". Cuando fui a hacerlo, uno de mis compañeros de de cuarto (el único ese día, ahora que lo pienso), Steven, también estaba reservando. Steven es australiano, y está haciendo un viaje de 6 meses por toda Europa. Estuvo un tiempo en Londres, otro en Dublin y ahora se estaba por ir a Portugal. Iba a hacer otra ruta, por los países nórdicos, pero el volcán Grimsvötn se lo impidió. Como buen viajero, no se hizo mucho problema y modificó un poco su itinerario.
Esa noche no hice demasiado. El micro salía a las 9.15 de la mañana y tras haber pagado 20 libras, no tenía ganas de perderlo. Me dormí y me desperté a tiempo de bañarme y desayunar. Steven tuvo que hacer todo rápido. Menos precavido que yo, salió esa noche. Y como todo buen australiano, es un heavy-drinker. Ahora que lo pienso, la mayoría de las personas con las que hago buenas migas lo son.
Nos subimos al micro y empezó el tour. La primera parada fue en el castillo de Carrickfergus. Por acá hay un castillo en cada ciudad, y algunos lo tienen más cuidado que otros. Éste en particular era usado por los locales como punto de reunión, donde la salida empieza y las cervezas corren. Los alrededores estaban atestados de latas de cerveza, y el lugar donde nos dejó el micro apestaba a baño público. Increiblemente, la gente se metía por los huecos para sacar fotos, esos huecos que el experto en juntadas nocturnas callejeras sabe que es el lugar ideal para hacer "del número uno"· El castillo, adentro, tenía unos maniquíes vestidos de soldados antiguos con mosquetes y al lado de los cañones. No era el mejor de los que hay. Durante el trayecto pensaba en que el día anterior había pensado en hacer el camino ese caminando. Una locura de esas que se me ocurren. Hacerlo a pie es absolutamente imposible, pero las sierras no parecían tan lejanas.
Ahí se ven unos maniquíes... |
Cuando terminamos de comer era obvio, como si se hubiese firmado un contrato, que íbamos a hacer el camino juntos.
Subidas dentro de subidas dentro de subidas... |
Una vez hecho todo el trayecto, volvimos al micro para ir a la siguiente parada, un puente colgante a un promontorio de rocas y pasto. No había nada más ahí. Para mi eso fue lo más impresionante de todo el día, porque en un momento entuve sentado y no habia nada más que agua adelante. Con un amigo una vez nos pusimos a discutir sobre la nostalgia que produce el mar. Tiene un efecto hipnótico, un llamado de lo primigenio. COmo si las amenas que tenemos en nuestro ADN quiseran volver a su lugar de origen.
Pasto, piedras, y nada más... |
Shazbut. Nanu nanu.
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